Diapasones y enfermedades
Una pequeña intersección entre música y ciencia en una horquilla vibratoria
La ciencia y la música tienen una fuerte tendencia a unirse, quizá por lo que decía Tom Gauld, «me he dado cuenta de que los artistas y los científicos tienen mucho más en común de lo que esperaba. Por ejemplo, a menudo estamos bastante obsesionados con minucias de algo que la mayoría de la gente no entiende o no le importa». En cualquier caso, ver la realidad con el prisma del detalle siempre da frutos, aunque no siempre sea lo esperado. Como si de un diagrama de Venn se tratase, una pequeña herramienta usada a lo largo de la historia con finalidades musicales, se encuentra también en el conjunto de las ciencias, quedando en la intersección. Pero empecemos por el prinicpio…
El diapasón es un dispositivo metálico que los músicos solemos usar en algunas clases, para explicar las vibraciones sonoras y para afinar, aunque para este último objetivo hoy en día se haya sustituido casi totalmente por los afinadores elctrónicos.
Esta horquilla metálica o tenedor lo inventó el músico británico John Shore en 1711, como herramienta para afinar su laúd. Para saber más sobre este músico y su peculiar herramienta que finalmente todos acabaríamos usando, es recomendable leer este artículo. El origen de esta horquilla que nos ayuda a afinar está en el tenedor y ha tenido finalidades médicas gracias a las posibilidades resonadoras de los huesos de la cabeza. Algo al respecto puede leerse aquí.
París, 1862. El neurólogo Jean-Martin Charcot empieza su andadura en el Hospital de la Salpêtrière, centro fundado en 1656, con una historia con más sombras que luces, pero que a su llegada empieza a ganar prestigio como lugar de referencia en cuanto a salud mental.
Una idea generalizada en el s. XIX era que tipos de sonidos específicos tenían acceso privilegiado a los nervios. Charcot ocupó la primera cátedra de enfermedades nerviosas en Salpêtrière, donde impartía clases a la par que hacía experimentos con estímulos acústicos.
Realizó varios experimentos con diapasones de grandes dimensiones y dejó recogidas sus observaciones: «Los pacientes están sentados sobre la caja de resonancia de un fuerte diapasón, hecho de metal de campana, que vibra sesenta y cuatro veces por segundo. Al cabo de unos momentos los pacientes se vuelven catalépticos, los ojos permanecen abiertos, parecen absortos, ya no son conscientes de lo que sucede a su alrededor y sus miembros conservan las diferentes actitudes que se les han dado. » Muchos de sus experimentos quedaron registrados también mediante imágenes, donde, por ejemplo, se ilustra esta catalepsia a la que hace referencia. Estos registros en imágenes se deben a Désiré-Magloire Bourneville y Paul Regnard.
También dejó escrito Charcot que después de esta catalepsia «Si las vibraciones del diapasón se detienen bruscamente, el sonido laríngeo se escucha inmediatamente, los miembros caen en un estado de resolución y los pacientes inmediatamente se vuelven letárgicos.»
Independientemente de lo que se entendía por catalepsia con respecto a lo que se sabe hoy, se suponía que se podía curar por varios medios, entre ellos la música. A principios del s. XIX aparecen relatos de catalépticos supuestamente curados por los sonidos del armonio.
Charcot hizo experimentos acústicos también con pacientes con histeria. Los diapasones fueron adoptados por acústicos y fisiólogos para investigar el habla, el sonido y la sincronización. Además, eran (y siguen siendo) parte integrante del conjunto de herramientas de un neurólogo.
El diapasón gigante también fue usado para tratar la ataxia locomotriz. Extrapolando el poder de las vibraciones, desarrollaron una silla vibratoria para aliviar temporalmente los síntomas del Parkinson.
La idea de que las vibraciones brindan un acceso privilegiado a los nervios es anterior a Charcot y se remonta al menos a pensadores de la Ilustración como Isaac Newton (1642-1727), David Hartley (1705-1757) y Charles Bonnet (1720-1793).
Y esta es una de las historias de cómo un pequeño artefacto con tanto recorrido musical ha tenido diferentes aplicaciones científicas y ha inspirado, con más o menos acierto, otras soluciones a diferentes problemas. El diapasón siempre despierta fascinación entre niños y mayores al descubrirlo por primera vez, animo desde aquí a probarlo, es una artilugio sencillo y barato.
Quizá por esto, cuando algo (una historia, una canción, un cuadro, un libro…) nos hace sentir una fuerte emoción decimos que nos hace vibrar.
Bibliografía
Raz, C. (2023). Of sound minds and tuning forks: Neuroscience’s vibratory histories. In The science-music borderlands: Reckoning with the past and imagining the future (pp. 115-129). The MIT Press.