Una no-reseña de Primates al este del Edén
Un libro en clave biológica para entender el éxito de nuestra especie
Soy músico. Esto en un principio no me pone muy próximo a parcelas del conocimiento como la biología y la evolución humana. Sin embargo, tengo cierta tendencia (creo que grave) a la curiosidad, aunque espero no acabar como el gato. Me encanta aprender cosas, lo confieso. No poder aprender todo lo que me gustaría a veces me provoca desasosiego, pero solo a veces. Es por esto, y por la profunda admiración que le tengo a su autor, que llego al libro Primates al este del Edén.
Me gusta mucho la historia y me fascina la ciencia. Si metemos estos dos ingredientes en una coctelera, nos saldrá un interés por la evolución humana, la cual no es una histora más que explica una serie de acontecimientos, es la Historia (así con mayúscula). Y de esto habla el libro de Juan Ignacio Pérez, de la Historia, la nuestra. Como bien dice el título de este post, esto no es una reseña del libro, no se me da bien hacerlas. Ni siquiera me gusta recomendar libros, aunque paradójicamente me gusta leer reseñas y que me recomienden libros. Como esto no es una reseña, voy a tratar de explicar mis sensaciones al leer este libro, que ya adelanto que me parece magnífico.
Lo primero que he experimentado ha sido un aumento de mi curiosidad gracias a su título. Ahora necesito leer la novela de John Steinbeck Al este del Edén y ver la película del mismo nombre protagonizada por James Dean. Elegir un título es difícil, yo mismo le doy muchas vueltas al título de las cosas que escribo (aunque este post no sea el mejor ejemplo), sin embargo, Juan Ignacio creo que acierta plenamente puesto que la idea del libro es explicar por qué estamos donde estamos (a nivel evolutivo) y cómo fue nuestra salida de aquel paraíso, aquella selva remota que dio paso a bosque abierto y praderas. Se nos acabó el chollo y tuvimos que movernos, y vaya si nos movimos.
La evolución que se cuenta en el libro no es como otros libros centrados en cuestiones anatómicas en base a los restos que se conservan e incluso a las representaciones artísticas. Es un viaje al interior de nosostros mismos para poder enteder la evolución humana. Entender cómo funciona el organismo humano para comprender así las adaptaciones que nos han permitido colonizar la Tierra. Al fin y al cabo, nuestra eficiencia en las tareas biológicas ha contribuido enormemente a situarnos donde estamos en el momento actual.
En los diferentes capítulos he aprendido mucho sobre el origen de la condición bípeda, la alimentación de nuestros ancestros, las condiciones ambientales… Sin embargo, también he adquirido ciertos conocimientos sobre información de nuestro presente, es decir, de nosostros mismos. Comprender las características anatómicas y fisiológicas de los seres humanos, su metabolismo, el crecimiento, la reproducción, etc. es clave para conocer un poquito mejor nuestro pasado. De esto me he dado cuenta leyendo el libro, aunque he de confesar que en ocasiones (pocas) me he sentido abrumado por la cantidad de datos que mi cabeza procesaba. Una de las cosas que me ha provacado más fascinación ha sido la evolución del encéfalo y como esto ha sido determinante en nuestro éxito evolutivo.
Este mirar al presente es la puerta del túnel del tiempo, un agujero negro que nos pone directamente en el mundo de hace unos cuántos millones de años. Y es fascinante porque no se trata de pensar históricamente en fechas “recientes” como en el Barroco o el antiguo Egipto, sino mucho más atrás, tienes que imaginar un mundo sin humanos, o más bien, pre-humano. Esto, en mi caso, no es tan difícil porque estoy en el lado más opuesto de la afantasía. Imagino el contexto, el paisaje sonoro, el aspecto físisco de los primates, los olores, los bosques abiertos y las praderas, así como aquella selva de tiempos tan remotos. Puedo ver a nuestros ancestros alimentarse, moverse por el mundo, cuidar de sus crías, etc. Me he sorprendido más de una vez con el libro abierto en las manos, pero sin leer, simplemente imaginando todas estas cosas hacia las que el texto te empuja.
El libro es, además, un paraíso para mentes curiosas porque contiene cuatro anexos en los cuales ampliar y repasar conocimientos sobre evolución, el clima, el paisaje y la fauna al este de África, la historia de los homininos (con un cuestionamiento del propio concepto “especie”) y una explicación del metabolismo humano.
En resumen, leyendo el libro he fantaseado (a partir de datos científicos) con un mundo primitivo, he aprendido sobre nosotros mismos, he reflexionado, me he cuestionado muchas cosas y me he sentido diminuto ante la inmensidad temporal de la evolución, que, por cierto, no es sinónimo de progreso. He sido más consciente, parafraseando a Edward O. Wilson, de que somos irremediablemente esos peces inteligentes nadando en un estanque profundo y oscuro. Y aunque parezca un tanto extraño, también me he reído, porque el humor se asoma discretamente en algún párrafo. Es un libro hecho con rigor, que, a diferencia de lo que a menudo se trasmite, no es sinónimo de seriedad o aburrimiento. Tengo mi propia subcategoría para este tipo de libros: rigor ameno.
No se si con todo esto que he escrito apetezca leer el libro de Juan Ignacio, no se si la futura lectora o lector lo disfrutará, lo que sí se es lo que yo he sentido a la luz de su evolución.
Mi más sincera enhorabuena a los lectores y lectoras que puedan disfrutarlo, mi agradecimiento a Juan Ignacio por escribirlo.
Muchas gracias por tus palabras Víctor. Me ha encantado eso de “fuera de mi conocimiento pero muy dentro de mis intereses”. Es así, tal cual
Estoy un poco abrumado, la verdad, por esta no-reseña tan generosa.
Y me alegro mucho de que te haya gustado y resultado tan instructivo.
Eres el primer lector que haces alusión a los detalles graciosos y me complace que te hayan resultado dignos de mención. Tengo fama –alimentada, en parte, por mí– de carecer de sentido del humor; en parte para contrarrestar esa fama y en parte porque el texto se hace más legible así, es por lo que voy dejando algún comentario que otro.
Quedo muy agradecido. Da gusto tener lectores tan generosos, por una disposición de ánimo tan favorable y por manifestar el parecer públicamente. Muchas gracias.